Cristina Cons reflexiona sobre su experiencia en el pre-sínodo de los jóvenes

“Sucederá que en los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Vuestros hijos e hijas profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán.”
Hechos 2, 17-18

Este versículo del profeta Joel y que Pedro cita tras la venida del Espíritu Santo en Pentecostés ha sido el central en estos días de trabajo y por eso considero necesario comenzar con él. Cuando la Iglesia se pone a la escucha de los jóvenes pretende ponerse a la escucha del Espíritu Santo. Los actuales cristianos adultos que frecuentan la Iglesia desde hace muchos años han podido ver cómo estas se han vaciado de jóvenes. Otros muchos ya percibimos como habitual ir a la iglesia y ver el elevado porcentaje de cabezas blancas frente al resto… ¿Es que el Evangelio es sólo para los mayores? Y si todos los jóvenes tenemos el intenso deseo de ser incondicionalmente amados y la necesidad de ser salvados por Jesús…, ¿por qué nuestras iglesias están vacías de ellos? Esta es una pregunta que a todos debe interpelarnos y ante la cual tenemos dos opciones: escuchar a los jóvenes y renovarnos en nuestros métodos, ardor y expresión o hacer lo mismo de siempre y culpabilizar a otros de la situación.

El Papa, como cabeza de la Iglesia, ha decidido optar por la primera opción y esto es loable. Son varios los métodos que han puesto en marcha para escucharnos pero quizás el más sonado haya sido el encuentro pre-sinodal que ha tenido lugar en Roma del 19 al 24 de marzo y al cual he tenido el honor y la gracia de asistir. Durante una semana trabajamos intensamente para dar voz a los jóvenes de todo el mundo y redactar un documento que servirá como fuente para conformar el Instrumentum Laboris, que contribuirá al trabajo del Sínodo de Obispos de 2018. Cerca de 300 jóvenes de todo el mundo nos hemos reunido para reflexionar sobre tres temas: los jóvenes, el discernimiento vocacional y el estilo de la Iglesia.

Tras las reflexiones realizadas en los 20 grupos de trabajo lingüísticos en los que nos reunimos, redactamos un documento por grupo que actualmente también están recogidos en la web del sínodo y que merece la pena leer, al menos el documento de habla hispana, si se quiere tener una visión más completa del pensamiento de los jóvenes. Mi grupo de trabajo fue el cuatro de idioma español y estaba compuesto en su mayoría por latinoamericanos y por un portugués. Fue tremendamente enriquecedor reflexionar sobre estos temas con ellos y me sorprendió mucho ver cómo todos apuntábamos a lo mismo a pesar de tener realidades tan distintas.

Lo que más se destacó en los tres bloques de reflexión fue la necesidad de la comunidad. Comunidades vivas, que sepan tu nombre, que celebren los cumpleaños, que se den cuenta si faltas, que te conozcan y te pregunten por tus cosas, que integren los intereses de todos, que tengan espacios específicos para jóvenes… Muchas veces se habla de que no hay jóvenes en la Iglesia pero deberíamos cuestionar nuestra comunidad concreta y preguntarnos ¿tenemos un lugar específico para ellos? Con colores, paredes bien pintadas, fotos, posters, pufs… Efectivamente colocar un puf en alguna de nuestras salas no va a hacer que los jóvenes vengan a la Iglesia, pero si no tenemos un sitio a su medida ¿dónde queremos que estén? Y de alguna forma el no tener un sitio para ellos en nuestros espacios parroquiales ya habla sobre la relevancia que les damos en la comunidad. Por otro lado, ¿cuál es nuestra oferta a los jóvenes? ¿La misa dominical y la catequesis? Los jóvenes de hoy vivimos en un contexto de lucha durísimo, donde nos cuestionan la fe desde pequeños en nuestra escuela, en la universidad, en nuestra familia, en los medios de ocio que utilizamos.

El cristianismo es ridiculizado por nuestros YouTubers favoritos, por las series que más vemos y nos gustan, por las redes sociales que utilizamos, por nuestros amigos, novios/as y compañeros… Y ¿qué hace nuestra comunidad al respecto? Si queremos jóvenes en la Iglesia necesitamos evangelización de calidad, espacios donde podamos pensar, reflexionar, hacernos preguntas. Métodos que nos apasionen, materiales actuales y de calidad, música cristiana a nuestra medida… Y todo esto ya existe, simplemente hay que integrarlo en nuestras comunidades.

En mi grupo también se habló de la crisis de identidad que percibimos muchos en la Iglesia. Una vez leí que la Iglesia no tiene una misión sino que la misión tiene una Iglesia, siendo esta la evangelización. En nuestro grupo todos percibimos que aunque la gente afirma que tenemos que evangelizar jóvenes, en realidad es poco el presupuesto que se invierte en este fin. Gastamos dinero para flores, decoración, liturgia, mantenimiento de los edificios…, pero ¿cuánto dinero gastamos para evangelizar? Tenemos personas dedicadas a la catequesis, al apoyo litúrgico… y ¿cuántas a la evangelización? Las acciones habituales de una parroquia son la celebración de sacramentos y la formación en catequesis, puede que en ocasiones haya alguna oración a mayores, adoración o estudio bíblico en el mejor de los casos, pero… ¿cuántas actividades de primer anuncio o nueva evangelización desarrollamos? Efectivamente esto no se cumple en todos los casos, pero asusta pensar la gran cantidad de iglesias que no tienen comunidades vivas, que no realizan acciones de evangelización y que poco a poco van quedándose vacías.

Creo que como Iglesia debemos unirnos y gritar a Dios sin miedo: “Señor, sálvanos, que nos hundimos” (Mt 8,26). Y quizá la respuesta a este grito la hallemos en la promesa de que en los últimos días Dios enviará a su Espíritu Santo para que los jóvenes profeticemos y los mayores tengan sueños. Brevemente he presentado algunas de las visiones y profecías que hemos querido lanzar en este pre-sínodo los jóvenes y ahora me gustaría concluir con el sueño de un anciano, Francisco, que afirma: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (Evangelii Gaudium, 27).

 

Cristina Cons Rodríguez, de 23 años de edad, pertenece a la Archidiócesis de Santiago de Compostela. Es miembro electo del Consejo Diocesano de Pastoral Juvenil por la Vicaría de Santiago y miembro electo de la Coordinadora Diocesana de Pastoral Juvenil, así como catequista post-comunión en la parroquia de San Fernando de Santiago. Destaca su participación en el Proyecto “Evangelizaño” durante este curso 2017-18, que lo forman jóvenes de la Diócesis dedicados un año entero a la evangelización a los jóvenes. Forma parte del equipo que dirige “Alpha Universitarios” en Santiago de Compostela y es miembro de la Antorcha diocesana que dirige el proyecto “Centinelas de la Mañana de Primer Anuncio”. También desarrolla tareas como monitora de Educación afectivo sexual con adolescentes y padres en distintos colegios y parroquias. En cuanto a su formación académica es Grado en Pedagogía y Máster universitario en Profesorado de Educación Secundaria con la especialidad de Orientación Educativa. Junto a Javier Medina Sierra, el otro joven elegido a nivel diocesano, Cristina Cons representó a los jóvenes católicos españoles en ese encuentro presinodal con el papa Francisco.