Intervención de Mons. Barrio en Cope: 16 de noviembre de 2018

 

La Iglesia diocesana de Santiago está estos días de enhorabuena. El papa Francisco acaba de declarar Venerable a la madre María Antonia de Jesús, fundadora del Carmelo de Santiago. Esta mujer extraordinaria vivió las virtudes cristianas de un modo heroico, por lo que es digna de veneración popular. El Santo Padre invita a todo el pueblo fiel a conocer sus escritos, a imitarla en sus virtudes y a pedir favores a través de ella. Esta es sin duda una noticia gozosa para nuestra Iglesia.

Vivimos tiempos en los que, incluso entre los cristianos, parece que resulta molesto hablar de la santidad. Parece algo propio de tiempos pasados. Sin embargo, aspirar a la santidad es lo que da sentido y profundidad a la fe, porque es el camino que emprende el creyente para intentar asemejarse a Dios mismo. Buscar la santidad es una invitación que se nos hace a lo largo de toda la Sagrada Escritura. Ya en el Levítico Yahvé le dice a Moisés: “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19,2). Jesús volverá a recordarnos esta vocación a la santidad. Al final del sermón de la montaña, y tras pedir amor incluso a los enemigos, dirá: “sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). “La santidad, nos dice el papa Francisco, es el rostro más bello de la Iglesia”. El Concilio Vaticano II nos dice que “todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre”.

La búsqueda de la santidad ha de llevarnos a escuchar el grito del pobre y a socorrerlo, porque “quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4,20). Es este un recordatorio muy actual dado que este domingo celebraremos la II Jornada Mundial de los Pobres. Una iniciativa del papa Francisco que responde bien a la secular preocupación de la Iglesia por los hermanos más necesitados.

En estos días pido al Señor que nos ilumine y despierte en nosotros la pasión por la santidad.

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.