Intervención de Mons. Barrio en Cope: 25 de mayo de 2018

 

En ocasiones, los tópicos que circulan sobre la Iglesia se imponen a la realidad. Así es por ejemplo cuando se dice, con cierto tono displicente, que la Iglesia está en las nubes, como indicando que la Iglesia no se ocupa de lo que ocurre de tejas para abajo.

Y nada más lejos de la realidad. La Iglesia vive encarnada en nuestro mundo. Una prueba cercana de ello ha sido la celebración de la jornada de solidaridad con los parados organizada por Cáritas. Quizá haya pasado desapercibida ante el bombardeo de los medios con otras noticias, sin duda interesantes, pero acaso sin el interés humano de esta protagonizada por los hombres y mujeres de nuestra Cáritas diocesana.

Es verdad que la recuperación económica es una evidencia y que la dinamización de los sectores productivos ha permitido elevar las cifras de las grandes magnitudes macroeconómicas. Pero, ¿ocurre lo mismo con el empleo? ¿Se muestra el actual modelo económico tan interesado por el factor humano, por el trabajo, como por las rentabilidades del capital o por las evoluciones de los mercados financieros?

Cáritas, que es el rostro de la Iglesia en la aplicación día a día de su Doctrina Social, bien sabe de la primacía del trabajador, sobre los distintos factores de producción de riqueza. La persona es siempre un fin; el trabajo o el capital, medios para una justa distribución de los bienes.

En el manifiesto de Cáritas para esa jornada se decía, por ejemplo, que el actual sistema económico configura una sociedad donde el trabajo “no es un bien para la vida sino un instrumento al servicio del capital por encima de la persona, y donde la deshumanización del trabajo sitúa a la persona en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión social”.

Una reflexión y un trabajo muy en la línea del reciente documento que el Vaticano ha dado a conocer sobre consideraciones para un discernimiento ético en algunos aspectos del actual sistema económico y financiero. Esta de Cáritas es una actuación pegada a la realidad, a la tierra en la que pisan los hombres y mujeres que sufren la dura realidad del paro laboral.