Intervención de Mons. Barrio en Cope: 28 de septiembre de 2018

 

Esta tarde presidiré una eucaristía en la Institución Benéfico Social Padre Rubinos en La Coruña. Una institución sin ánimo de lucro que en abril cumplió su primer centenario de vida. Nació con el objetivo de extinguir la mendicidad en la urbe coruñesa y hoy su encomiable obra benéfico social abarca desde una escuela infantil, a una residencia de ancianos, desde un centro de día a un albergue para transeúntes, personas sin hogar, un ropero y un comedor social. En definitiva, da de comer al hambriento, acoge al que no tiene techo, viste al desnudo y honra a los mayores en su ancianidad. Por tanto, representa lo mejor del empuje misionero y el ejercicio de la caridad que siempre ha caracterizado a la Iglesia.

El propio padre Rubinos decía que el Refugio, origen remoto de la actual Fundación, debía ser siempre “un refugio, un puesto de defensa y de abrigo; una estación de parada y fonda para el náufrago de la vida, para el desorientado o desplazado de la sociedad… una Casa abierta día y noche para recibir a todos, sin más instancias ni documentos que la propia necesidad e indigencia, que en muchos casos no admite trámites ni dilaciones”. Ciertamente son palabras de una asombrosa, y, al mismo tiempo, dramática actualidad.

Esta misma semana se presentaba la Memoria de Cáritas España 2017. En este riguroso estudio se constata que sigue habiendo numerosas situaciones de precariedad y de emergencia en las familias. Y que estas situaciones se alargan en el tiempo. Esta dura realidad supone una llamada urgente a nuestro compromiso cristiano. No podemos convivir con hermanos a los que les falta lo más esencial para llevar una vida digna. El Evangelio no es compatible con la desidia o el desinterés por los demás. Hoy, en los datos de Cáritas y en la labor de la Fundación Padre Rubinos, resuena la voz de Dios preguntándonos ¿dónde está tu hermano?

Hasta la semana que viene, si Dios quiere.