Intervención de Mons. Barrio en Cope: 6 de abril de 2018

 

¡Verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya! Con alegría repetimos esta semana la exclamación gozosa que nace de la constatación del sepulcro vacío en que había reposado el cuerpo de Cristo crucificado. Tras vivir con intensidad los días de la Semana Santa, el Domingo de Pascua hemos vibrado con la Resurrección del Maestro. En mi mensaje pascual comentaba que este acontecimiento “no es algo del pasado”, sino “una fuerza viva que ha penetrado el mundo”. Como San Juan, en el Apocalipsis podemos decir que Él hace “nuevas todas las cosas” y por ello “ni la tristeza, ni la amargura, ni mucho menos la desesperanza tienen nada que ver con Cristo resucitado y con quien le sigue”.

El amanecer de aquel primer día de la semana corta el tiempo y abre nuestras esperanzas a la eternidad, con la certeza íntima de que rezar en oración de alabanza y agradecimiento con la risa y la sonrisa de un corazón resucitado es hacer justicia a la historia de la salvación.

Pero la Resurrección no es un hecho desencarnado, propio del ámbito celestial. Si el sepulcro vacío conforma un antes y un después en nuestra historia colectiva y personal es, precisamente, por su realidad concreta y temporal. No es fábula inventada por los discípulos; es experiencia del encuentro personal con el Viviente, vencedor de la muerte. De ahí que “la contemplación de Cristo resucitado nos ayuda a elevar nuestras vidas tan a ras de tierra” y hace que en su Resurrección encontremos “sentido a la vida y a la muerte”, permitiéndonos ver “con mirada de fe los acontecimientos, desenmascarar los contravalores y  levantar lo caído de la sociedad”.

Él hace “nuevas todas las cosas”. Y esa radical novedad es hacerlo todo en el espíritu de amor que se nos regala desde la Última Cena a la Resurrección. Cristo vive, resucitado, totalmente viviente, en el testimonio de “muchos cristianos que cuidan a los más desfavorecidos, curan a los enfermos, se mezclan con el mundo del sufrimiento y de la marginación, trabajan por la justicia y anuncian la salvación de Dios”.

Vive en vuestras familias cuando cuidáis amorosamente a vuestros mayores y a vuestros hijos; cuando acogéis al inmigrante; cuando practicáis la misericordia; cuando enseñáis al que no sabe; cuando anunciáis que Él está siempre con nosotros.

Sí, verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!