El Evangelio de la Salud

El Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud recopila de los Evangelios la serie de milagros que el Señor ha llevado a cabo en el ámbito de la salud

    1. La Suegra de Simón (Mc 1,29-32)

«Y saliendo luego de la Sinagoga entraron en la casa de Simón y de Andrés con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre e inmediatamente se lo dijeron (a Jesús). Y llegándose a ella, tomándola de la mano la levantó y de pronto la dejó la fiebre y se puso a servirles»

Comenzamos estos comentarios a las curaciones de enfermedades que Jesús hace, por el Evangelio de San Marcos. La primera curación de una enfermedad que encontramos es la curación de la fiebre que padecía la suegra de San Pedro. Comienza el Señor en lo íntimo del hogar; la esposa de Pedro debió quedar muy agradecida. En la Capilla sixtina, en la pintura de la creación, del contacto del dedo de Dios con el dedo del hombre brota la expresión de la vida para toda la humanidad; aquí, en San Marcos, en la intimidad de la familia, del contacto de la mano de Cristo con la mano de la enferma brot a la curación y la salud, el afecto y el reconocimiento agradecido, como preludio de la misma resurrección del Señor; Pedro se lo ha de haber contado así a Marcos: ella se pone a servir, y es que el agradecimiento de quien ha sido salvado por Cristo no puede sino traducirse en servicio al Señor Jesús.

    2. Jesús sana a un leproso (Mc 1,40-45)

«Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús y poniéndose de rodillas le dijo: – Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús tuvo compasión de él; lo tocó con la mano y dijo: – Quiero, !queda limpio! Al momento se le quitó la lepra al enfermo, y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida y le recomendó mucho: – Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva, por tu purificación, la ofrenda que ordenó Moisés, para que todos sepan que ya estás limpio de tu enfermedad. Pero el hombre se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso Jesús ya no podía entrar abiertam ente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera en lugares donde no había gente; pero de todas partes acudían a verlo».

Decimos que querer es poder, pero tantas veces nos equivocamos. Sólo en Jesús de veras querer es poder. Además de la enfermedad física el Señor cura la marginación social y da una nueva convivencia a este hombre que se encontraba separado del pueblo. Sus milagros son algo público y con resonancias en la vida social. Y es un nuevo consenso el que genera, ya que no podía entrar en ningún pueblo, pues su fama le aventajaba. El nos ha curado también a nosotros. El anuncio de nuestra curación al mundo, ha generado este consenso entre la gente de manera que todos se arrojen a los pies del Señor como el único que salva? Se habla de la salud de la tierra y que junto con su enfermedad va aparejada también la enfermedad de todos nosotros. El único que puede curar a la tierra en su ecosistema es Jesucristo, pues es el único que puede hacer que los hombres dejem os de destruir nuestro planeta, ya sea mediante la devastación de recursos naturales, ya sea mediante la polución por residuos radioactivos y similares de parte de las grandes potencias. Esta nueva lepra es El el único que la puede curar desde el gran precepto de querernos de veras unos a otros.

    3. El paralítico (Mc 2,1-12)

Algunos días después Jesús volvió a entrar en Cafarnaum. En cuanto se supo que estaba en casa, se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el Mensaje. Entonces entre cuatro le llevaron un paralítico. Pero como había mucha gente y no podían llegar hasta Jesús, quitaron parte del techo encima de donde él estaba, y por la abertura bajaron en una camilla al enfermo. Cuando Jesús vio la fe que tenían le dijo al enfermo: – Hijo mío, tus pecados quedan perdonados. Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: «¿ Cómo se atreve éste a hablar así? Sus palabras son una blasfemia contra Dios. Sólo Dios puede perdonar los pecados.»¿Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: – Que es más fácil decirle al paralítico: «Tus pecados quedan perdonados», o decirle «levántate, toma tu camilla y anda? «Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al paralítico: – A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí a la vista de todos. Por eso, todos se admiraron y alabaron a Dios diciendo: – Nunca hemos visto una cosa así.

En la Organización Mundial de la Salud, la salud se define como un estado de bienestar físico, mental y social. La ligazón con el bienestar físico del mental y del social son del todo necesarios. Cristo lo sabe perfectamente: entre el perdón de los pecados y que se levante el paralítico hay un nexo profundo. Los males, las enfermedades, los dolores afectan al ho mbre en toda su profundidad, más aun, la fuente de todos los males está en ese desarreglo total de la persona que se llama pecado. Es una verdad que pareciera ajena al pensamiento actual, aunque como lo estamos viendo ahora es recurrente. Existe una ligazón entre el pecado y el mal físico, no necesariamente en este individuo humano concreto, sino en el total solidario de la humanidad. En esto consiste la Redención que Cristo viene a traer, en quitar en totalidad el mal del mundo. Este es el sentido de la resurrección, es el levantarse el paralítico de su camilla e irse a vivir en su verdadera casa que está por construirse en su futuro absoluto.

    4. El Tullido (Mc 3,1-6)

Jesús entró otra vez en una sinagoga; y había en ella un hombre que tenía una mano tullida. Y espiaban a Jesús para ver si lo sanaría en el día de reposo, y así tener de qué acusarlo. Jesús le dijo entonces al hombre que tenía la mano tullida: – Levántate y ponte ahí en medio. Luego pregu ntó a los otros: – ¿Qué está permitido hacer en el día de reposo: el bien o el mal? ¿Salva r una vida o destruirla?. Pero ellos se quedaron callados. Jesús miró entonces con enojo a los que le rodeaban, y entristecido porque no querían entender le dijo a aquel hombre: – Extiende la mano. El hombre la extendió, y su mano quedó sana. Pero en cuanto los fariseos salieron, comenzaron ha hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús.

El tiempo libre es muy importante en la sociedad actual, pero su importancia radica en que sea libre para encontrarse con Dios y con los demás, lo importante es que sea tiempo sagrado y por tanto, libre verdaderamente. Con frecuencia estamos tullidos por convenciones que la cultura actual del consumismo nos ha introyectado y debemos tener ya la libertad de extender la mano y ser humanos: encontrarnos con Dios y con los hermanos. Esto significa el día de fiesta, el día en que si bien no trabajamos, no perdemos el tiempo, sino q ue tenemos la capacidad de construirnos en la libertad abriéndonos en especial al horizonte infinito de Dios, pisando en lo concreto de la tierra de las necesidades de nuestros hermanos. Debemos recuperar el sentido profundo de la sacralidad del tiempo.

    5. La hija de Jairo y la hemorroísa (Mc 5,21-43)

Cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se le reunió mucha gente, y él se quedó en la orilla. En esto llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, que al ver a Jesús se echó a sus pies y le rogó mucho diciéndole: – Mi hija se está muriendo; ven a poner tus manos sobre ella, para que sane y viva. Jesús fue con él y mucha gente lo acompañaba apretujándose a su alrededor. Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos , y había gastado todo lo que tenía, sin que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. Cuando oyó ha blar de Jesús, esta mujer se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa. Porque pensaba: «Tan sólo con que llegue a tocar su capa, quedaré s ana». Al momento, el derrame de sangre se detuvo, y sintió en el cuerpo que ya estaba curada de su enfermedad. Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de él, se volvió a mirar a la gente, y preguntó: -¿Quién me ha tocado la capa? Sus discípulos le dijeron: – Ves que la gente te oprime por todos lados, y preguntas ¿Quién me ha tocado?» Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién lo había tocado. Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad. Jesús le dijo – Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y curada ya de tu enfermedad. Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos de la casa del jefe de la sinagoga a decirle al padre de la niña – Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar más al Maestro? Pero Jesús s in hacer ca so de ellos, le dijo al jefe de la sinagoga: – No tengas miedo; cree solamente. Y no dejó que le acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga y ver el alboroto y la gente que lloraba y gritaba, entró y les dijo: – ¿Por qué hacen tanto ruido y lloran de esa manera? La niña no está muerta, sino dormida. La gente se rió de Jesús, pero él los hizo salir a todo s, y tomando al padre, a la madre y a los que le acompañaban, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mando y le dijo: – Talita cum (que significa: «Muchacha, a te digo, levántate.») Al momento, la muchacha, que tenía doce años, se levantó y echó a andar. Y la gente se quedó muy admirada. Pero Jesús ordenó severamente que no se lo contaran a nadie, y luego mandó que dieran de comer a la niña.

La enfermedad, tanto de esta niña como la de la hemorroísa, tiende a la muerte, y la muerte se impone con toda su terrible realidad. San Marcos nos ha hecho palpar esta plasticidad; sus relatos tan vívidos nos ayudan a casi estar allí presentes y participar de los acontecimientos. Y nos ayudan a escuchar a Jesucristo que lo que nos pide es la fe. Porque sin la fe no podemos entender estos milagros, ya que nos llevan no sólo a constatar que ha acaecido una curación de la hemorroísa y una resurrección de la hija de Jairo, sino que nos debemos poner frente a la opción por la fe de llegar a nuestra propia curación y a nuestra propia resurrección. Más aún, San Marcos en estos milagros curativos, nos sitúa frente a la practicidad de la propia resurrección de Cristo nuestro Señor, no como algo lejano que domina un hecho nebuloso de la historia, sino como la razón de ser de toda nuestra existencia. Cristo ha resucitado, por eso resucita y cura, y por eso nos cura y nos resucitará. Este doble milagro no nos puede dejar como simples espectadores, sino que está hecho para envolvernos en su dinámica y precipitarnos en la más profunda fe en Cristo el resucitado que es tal porque nos resucita. Esta es la perspectiva para poder entender los milagros de las curaciones. Es la presencia de la palabra de la VIDA frente a la desolación de la MUERTE, y la victoria de la PALABRA , Cristo, sobre nuestra propia mudez, la muerte. Es la actualidad de la novedad gozosa del anuncio clave de todo el Evangelio, hemos resucitado en Cristo resucitado.

    6. El sordomudo (Mc 7, 31-37)

Jesús volvió a salir de la región de Tiro y, pasando por Sidón y los pueblos de la región de Decápolis, llegó al lago de Galilea. Allí le llevaron un sordo y tartamudo, y le pidieron que pusiera su mano sobre él. Jesús se lo llevó a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo suspiró y dijo al hombre: «Efetá!» (es decir » Abrete!») Al momento, los oídos del sordo se abrieron, y su lengua quedó sana y pudo hablar bien. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo contaban. Llenos de admiración, decían: «Todo lo hace bien. Hasta puede hacer que los sordos oigan y que los mudos hablen!».

Jesús se acomoda al lenguaje del sordomudo para hacerse comprender de él. Le toca los oídos y la lengua, mediante el sentido del tacto le da a entender qué maravilla va a obrar. La comunidad primitiva quedó tan impresionada de este milagro que le dió luego todo su significado profundo de manera que la acción de Cristo la incorporó al rito del Bautismo, en donde el ministro toca los oídos del bautizando y su boca, para significar que oirá la Palabra de Dios y podrá pronunciar su alabanza. En este sordomudo la Iglesia ha visto desde su comentario litúrgico, a la humanidad que es sorda a Dios y que no puede pronunciar su alabanza. Es la realidad que ahora estamos viviendo con el Secularismo. Una humanidad sorda al mensaje evangélico, no lo oye, no le significa nada. Se necesita que Dios haga presente su fuerza liberadora desde el Bautismo para que la humanidad de nuevo escuche las maravillas que El Señor tiene res ervadas para todos; y se necesita también que se le suelte la lengua para que pueda dar testimonio de ello.

    7. El ciego (Mc 8, 22-26)

Después llegaron a Betsaida y llevaron un ciego a Jesús, rogándole que lo tocara. Jesús tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Le mojó los ojos con saliva, puso las manos sobre él y le preguntó si podía ver algo. El ciego comenzó a ver, y dijo: – Veo a los hombres. Me parecen como árboles que andan. Jesús le puso otra ves las manos sobre los ojos, y el hombre miró con atención y quedó sano. Ya todo lo veía claramente. Entonces Jesús lo mandó a su casa, y le dijo: – No vuelvas al pueblo.

Otro de los milagros de curación en los que Cristo Nuestro Señor emplea acciones sensibles al alcance de quien va a ser curado. La gradualidad puede ser la gradualidad en la fe; entre más va creyendo, má s va realizándose el milagro en él. Y en cuanto a la sensibilidad, nos recuerda lo que llamamos religiosidad popular en la que vemos signos, tocamos, oímos, palpamos. Es toda la persona la que es requerida por la fe y es toda la persona la que se empeña en ella. No creemos sólo de una manera intelectual sino con toda la personalidad física, psíquica, mental y social. Dios, el invisible,se ha hecho visible en Cristo, y esta visibilidad se palpa también en los milagros que Cristo hace para dar la salud y que San Marcos narra con tanta vivacidad.

    8. Muchos enfermos (Mt 15, 29-31)

«Jesús salió de allí y llegó a la orilla del lago de Galilea; luego subió a un monte y se sentó. Mucha gente se reunió donde él estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos, que pusieron a los pies de Jesús y él los sanó. De modo que la gente estaba admirada al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos podían ve r. Y comenzaron a alabar al Dios de Israel.»

Se trata de una revelación de Jesucristo como el Mesías a los pueblos paganos. Este es el sentido de «subir al monte «.En el lenguaje bíblico, es en el monte donde se palpa la revelación y la presencia de Dios. La acción del Mesías es la de liberarnos del pecado y sus consecuencias como son las enfermedades, por eso es que la época mesiánica se inaugura con curaciones de toda clase y culmina en la resurrección. No es que tal o cual enfermedad se deba en esta o en aquella persona a tal o cual pecado cometido, sino que en general, las enfermedades se deban a la situación de pecado en la que se encuentra la humanidad desde el pecado del primer hombre. Ahora estamos ya liberados en Cristo. Si ahora todavía subsisten las enfermedades, éstas tienen ya otra connotación. Son fuerzas positivas que se juntan en la cruz de Cristo para producir la resurrección. Su presencia nos incita a luchar por hacerlas desaparecer y llegar así a la salud que Cristo nos brinda. La muerte incluso desaparecerá gracias a la resurrección de Cristo.

    9. El criado del capitán romano (Mt 8,5-13)

«Al entrar Jesús en Cafarnaum, un capitán romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo: – Señor, mi criado está en casa enfermo, paralizado y sufriendo terribles dolores. Jesús le respondió: – Iré a sanarlo. El capitán contestó: – Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden y mi criado quedará sano. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya. Va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace. Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: – Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y les digo que muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán a comer con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de Dio s, pero los que deberían estar en el reino, serán echados a la oscuridad de afuera, donde llorarán y les rechinarán los dientes. Luego Jesús dijo al capitán: – Vete a tu casa, y que se haga tal y como has creído. En ese mismo momento el criado quedó sano».

En el mundo en el que nos ha tocado vivir, nos regimos por lo que vemos. Cuando se trata de la salud buscamos las medicinas y a los médicos, y de acuerdo a las aptitudes probadas por tal o cual medicamento esperamos o no la salud. Aquí se trata de algo totalmente distinto. Se trata de dar el paso hacia la confianza absoluta. Jesucristo es el dueño de la vida y procede con ella como un militar con sus subordinados en el sentido de mandarla venir o bien irse. Es lo mismo que decir que Jesucristo es Dios. Pues sólo Dios es el dueño de la vida. Este capitán cree y su criado se cura. Y este capitán entra al reino de Dios. Esta es la fe necesaria para entrar al reino.

    10. Los dos ciegos (Mt 9, 27-31)

«Al salir Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron gritando:- !Ten compasión de nosotros, Hijo de David! Cuando Jesús entró en la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: Creen ustedes que puedo hacer esto? – Sí, Señor – Le contestaron. Entonces Jesús les tocó los ojos, y les dijo: – Que se haga conforme a la fe que ustedes tienen. Y recobraron la vista. Jesús les advirtió mucho: – Procuren que no lo sepa nadie. Pero, apenas salieron, contaron por toda aquella región lo que Jesús había hecho».

Al llamar estos ciegos a Jesús, hijo de David, confiesan que es el Mesías. En contraste con sus enemigos que no lo querían aceptar. Esto es, los ciegos ven antes de ser curados. El que los ciegos iban a ver era uno de los signos claros de que la época del Mesías había llegado. Ahora sólo se desarrollan las consecuencias: los ciegos creen en el Mesías y los ciegos son curados de su ceguera. Y en paradoja, los enemigos de Cristo que tenían los ojos sanos, no ven; en cambio, los ciegos, sí ven. Se impone una pregunta: Vemos a Cristo en la cultura de nuestros días?, o estamos ciegos, esto es, estamos sin fe. Con la fe todo cambia, la cultura actual transparentará a Cristo y lo encontraremos por dondequiera como nuestro Salvador.

    11. Ciego y mudo (Mt 12,22-23)

«Llevaron a Jesús un hombre ciego y mudo, que estaba endemoniado, y Jesús le devolvió la vista y el habla. Todos se preguntaban admirados: Será éste el Hijo de David?

El mundo de tinieblas encierra en el silencio. El que ve, habla. Da testimonio. Jesús hace ver y hablar, porque sus maravillas no pueden quedarse calladas, sino que prorrumpen en la alabanza del testimonio. Quien ha visto a Jesús en este mundo de la fe tiene la gran obligación de testificar en el mundo actual. Hay tantas veces cobardías disfrazadas de vergüenza y por las que no se atreve el creyente a dar testimonio. No se trata solamente de hablar, sino de hacer que la vida sea una palabra completa de fidelidad a lo que se es. Es hacer la cultura actual transparente de Cristo a través de todos los que creemos en El.

    12. Dos ciegos de Jericó (Mt 20, 29-34)

«Al salir ellos de Jericó, mucha gente siguió a Jesús. Dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba, gritaron: – Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! La gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más todavía: – Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! Entonces Jesús se detuvo, llamó a los ciegos y les preguntó: – Qué quieren que haga por ustedes? Ellos le contestaron: – Señor, que recobremos la vista. Jesús tuvo compasión de ellos, y les tocó los ojos. En el mismo momento los ciegos recobraron la vista y siguieron a Jesús.»

En la petición de estos dos ciegos se resume todo el misterio de Dios en Jesús: «Hijo de David», esto es, Mesías; «Ten compasión», padece nuestras propias enfermedades y su frimientos. Suplican a Dios que en Cristo se ha hecho Dios con nosotros. La gente se los impide: tantas veces que en la cultura actual se piensa que recurrir a Dios es algo deleznable, propio de gente débil, digno de reprensión pues es perder un tiempo productivo, etc.. Reconocen a Jesús como el Mesías: el único que puede dar la solución a su ceguera. La única solución a la ceguera del «pluralismo» mal entendido, es Cristo. Es la única vía de salida. Y la solución no viene desde una dignación «superior» sin comprometerse; sino en el máximo compromiso: Cristo llega a las tinieblas de la muerte para dar la luz de su resurrección.

    13. La jorobada (Lc 13,10-13)

«Una vez, en el día de reposo, Jesús se había puesto a enseñar en una sinagoga; y había allí una mujer que estaba enferma desde hacía 18 años. Un espíritu maligno la había dejado jorobada, y no podía enderezarse para nada. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: -Mujer, ya estás libre de tu enferme dad. Entonces puso las manos sobre ella, y al momento la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios».

Se trata de un milagro muy conectado con la disputa sobre la observancia del sábado. Nosotros nos centraremos en el milagro en sí mismo: encontramos por un lado la acción de la mujer; sólo se dice que «había allí», allí estaba; no se dice ni que pida ni que haya ido con el fin de ser sanada; simplemente que allí estaba. Basta la presencia ante el Señor para alcanzar la curación. Por otro lado nos encontramos con la acción de Cristo que se describe con cuatro verbos: vio, llamó, dijo, impuso. El se hace consciente del problema, llama a la mujer, lo personaliza; y ahora actúa con su palabra omnipotente: «dijo y todo fue hecho…» ; y le impuso las manos como el signo de poder sobre la vida y la muerte, sobre la enfermedad y el sufrimiento.

    14. El hidrópico (Lc 14, 1-6)

«Sucedió en un día de reposo, que Jesús fue a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos lo estaban espiando. También estaba allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía. Jesús les preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos: – Se permite sanar a un enfermo en el día de reposo, o no? Pero ellos se quedaron callados. Entonces él tomó al enfermo, lo sanó y le dijo que se fuera. Y a los fariseos les dijo: – Quién de ustedes, si su hijo o su buey se cae a un pozo, no lo saca en seguida, aunque sea día de reposo? Y no pudieron contestarle nada.»

Según cierta concepción farisaica, la salvación tendría que venir por una rigurosa observancia de la ley mosaica tal como la interpretaban los escribas y fariseos. De acuerdo a estas prescripciones, como el sábado era día de reposo, no se podía trabajar y curar a alguien era hacer un trabajo, por tanto prohibido. Jesús nos enseña con este milagro lo equivocado que estaban. El Reino nuevo no es observancia irracional de leyes antiguas, sino curación y perdón. Donde hay ayuda, amor , allí está el Reino de Dios. Esto no quiere decir que las leyes sean malas, sino que deben de tener como contenido las formas más adecuadas de servir a Dios y a los demás.

    15. Los diez leprosos (Lc 17, 11-19)

«En su camino a Jerusalén, pasó Jesús entre las regiones de Samaria y Galilea. Y llegó a una aldea, donde le salieron al encuentra diez hombres enfermos de lepra, los cuales se quedaron lejos de él gritando: – Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Cuando Jesús los vio, les dijo: – Vayan a presentarse a los sacerdotes! Y mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad. Uno de ellos, al verse limpio, regresó alabando a Dios a grandes voces, y se arrodilló delante de Jesús inclinándose hasta el suelo para dale las gracias. Este hombre era de Samaria. Jesús dijo: – Acaso no eran diez los que quedaron limpios de su enfermedad? Dónde están los otros nueve? ?nicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios? Y le dijo al hombre: – Levántate y vete, por tu fe has sido sanado.»

En este milagro el punto de partida es la súplica que hacen los leprosos. Gritan y quedan a lo lejos, porque les estaba prohibido acercarse. Están seguros de que el Maestro los puede curar. Tienen la fe puesta en El. Estaban marginados del pueblo de Israel, no tenían a quien recurrir y entonces llenos de esperanza recurren al nuevo Maestro en el que confían plenamente. Sin embargo, ocurre algo que por desgracia es muy frecuente, la ingratitud. Todos fueron curados, pero cuando ya lo están, se olvidan de su estado anterior, ya están bien, y entonces no les preocupa más el Maestro, con excepción de aquel que, como samaritano, estaba fuera del pueblo de Israel. Cristo lo hace notar, y lo haría notar a tantos de nosotros que cuando estamos en necesidad ocurrimos al Señor, pero una vez que ésta pasa, no queremos saber más de Dios.

    16. Malco (Lc 22, 50-51)

«…Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote , cortándole la oreja derecha. Jesús dijo: – Déjenlos, ya basta. Y le tocó la oreja al criado, y lo sanó.»

Se trata del arresto de Jesús. Simón Pedro saca la espada y le corta la oreja derecha a Malco, el criado del sumo sacerdote. San Juan es quien nos da los detalles (Jn 18,10-11). Lo que llama la atención en este milagro de curación es su singularidad. Jesús no exige en él la fe. Más aun, quien es beneficiario del milagro no la tiene sino al contrario, viene a arrestar a Jesús como si fuese un malhechor. Es un milagro de plena misericordia, es el perdonar en tal forma a los enemigos que incluso en el acto del mal que le están causando, el arresto, no duda en curar al agredido por Simón Pedro.

    17. El hijo del oficial real. (Jn 4,46-54)

«Jesús regresó a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había un alto oficial del rey, que tenía un hijo enfermo en Cafarnaum. Cuando el oficial supo que Jesús había llegado de Judea a Galilea fue a verlo y le rogó que fuera a su casa y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir. Jesús le contestó: – Ustedes no creen, si no ven señales y milagros. Pero el oficial le dijo: – Señor, ven pronto, antes de que mi hijo se muera. Jesús le dijo entonces: – Vuelve a casa, tu hijo vive. El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue. Mientras regresaba a su casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: – Su hijo vive! El les preguntó a qué hora había comenzado a sentirse mejor su hijo, y le contestaron: – Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre. El padre cayó entonces en la cuenta de que era la misma hora en que Jesús le dijo: «Tu hijo vive»; y él y toda su familia creyeron en Jesús.»

«El hombre creyó lo que Jesús le dijo». En este milagro de curación lo que aparece como más sobresaliente es la fe del oficial regio. El cree en la palabra del Señor y la palabra despliega toda su eficacia que es una eficacia de dar la vida. Nuestro Señor r eprende a aquellos que si no ven los signos palpables no creen, este oficial no ve los signos, sino que escucha sólo la palabra y de esta fe pura se elabora el marco del milagro que Jesús realiza. Es la invitación más fuerte para creer en la Palabra. Jesús es la Palabra del Padre, creer en El es tener la vida. La actualidad de este milagro significa que se dirige a nosotros y exige nuestra fe de acuerdo a la cual normar la vida concreta en un mundo en el que a veces los signos de otro tipo se oscurecen.

    18. El Paralítico de Betzeta. (Jn 5,1-9)

«Algún tiempo después, los judíos celebraban una fiesta y Jesús volvió a Jerusalén. En Jerusalén, cerca de la puerta llamada de las Ovejas, hay un estanque que en hebreo se llama Betzeta. Tiene cinco pórticos, en los cuales se encontraban muchos enfermos, ciegos, cojos y tullidos echados en el suelo. Había entre ellos un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio allí acostado y se enteró del mucho tiempo que llevaba así, le preguntó: -Quieres recobrar la salud? El enfermo le contestó: -Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se remueve el agua. Cada vez que quiero meterme, otro lo hace primero. Jesús le dijo: -Levántate, recoge tu camilla y anda. En aquel momento el hombre recobró la salud, recogió su camilla y comenzó a andar.»

Para algunos intérpretes de la S. Escritura, los 38 años que llevaba este paralítico esperando ser curado son todo un símbolo que recuerda los 38 años de castigo que el pueblo de Israel duró en el desierto, vagando para llegar a la tierra prometida. Serían a la vez un gran símbolo de los años que nuestro mundo lleva vagando por el desierto de la lejanía de Cristo, antes de encontrarse con El y poder ser curado de su parálisis para caminar hacia Dios. Hoy se encuentra nuestro mundo postrado en su Secularismo y si quiere, a la vez se encuentra con Cristo y puede levantarse y caminar; pero la condició n es «si quiere». Cristo ofrece la posibilidad, la respuesta es de nosotros en nuestro mundo.

    19. El ciego de nacimiento (Jn 9,1-7)

«Al pasar por cierto lugar, Jesús vio a un hombre que había nacido ciego. Sus discípulos le preguntaron: -Maestro, por que nació ciego este hombre? Por el pecado de sus padres o por su propio pecado? Jesús les contestó: -Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer. Mientras es de día tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar, Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo. Después de haber dicho esto, Jesús escupió en el suelo, hizo con la saliva un poco de lodo y untó con él los ojos del ciego. Luego le dijo: -Ve a lavarte al estanque de Siloé (que significa «Enviado»). El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver.»

En este milagro Jesucristo aparece claramente como la luz del mundo. Ver significa creer y también significa el resultado de un juicio: los hombres de dividen entre los que creen-ven y los que no creer-no ven. Cristo es el centro. Aquellos que piensan ver no ven y aquellos que están ciegos, ven. Sin Cristo, los que piensan que ven están en tinieblas, y con Cristo, los que se sienten ciegos en El encuentran la luz y ven. El ciego de nacimiento en este milagro es un símbolo de todos los hombres, estamos ciegos de nacimiento, sólo por la acción de Cristo que nos ilumina podemos ver. Este es el sentido del Bautismo con el cual Cristo nos ilumina y nos saca del pecado de las tinieblas. Tinieblas son los horizontes secularistas según los cuales vive tantas veces nuestro mundo pensando en cambio que tiene la plenitud de la orientación y de la luz. La única luz que hace que todo tenga su dimensión debida y se aprecie así es Cristo. Con El, toda la cultura actual recibe su debida perspectiva y dimensión.

    20. Resurrección de Lázaro (Jn 11,38-44)

«Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús dijo: – Quiten la piedra. Marta la hermana del muerto, le dijo: – Señor, ya debe oler mal, porque hace cuatro días que murió. Jesús le contestó: – No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios? Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo: – Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado. Después de decir esto, gritó: – Lázaro, sal de ahí! Y el muerto salió, con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo, Jesús les dijo: -Desátenlo y déjenlo ir.»

Los amigos de Jesús no mueren. El que cree en El no muere, parece morir, pero es un sueño, su muerte no es definitiva. Este es el sentido de este milagro que culmina todos los milagros que Cristo hace. Milagros que van desde algo material hasta la propia vida. Cristo hace lo que dice ser: El es la resurrección y la vida, y en Lázaro es la resurrección y la vida. El que no cree no acepta la resurrección, más aun, quisiera destruir la misma resurrección: los enemigos de Cristo después de este milagro buscan cómo matar al Señor. Sin embargo, la resurrección ahí está, es inexorable, será para bien o para mal, de acuerdo a la fe que actúa en las obras. Si se tiene esta fe actuante, la resurrección será a la vida; si no, a la muerte eterna. De nuevo todos estamos bajo el juicio de Dios y el juicio es definitivo, el juicio de la fe en la resurrección. Nosotros los cristianos somos para el mundo actual los testigos de la resurrección. Este es el sentido de que nuestra Iglesia es apostólica, esto es, que nuestra Iglesia ha sido enviada para dar testimonio de que la muerte ha sido y es vencida en la resurrección del Señor, y uno de los testimonios previos a la muerte de Cristo más fuertes es la resurrección de Láz aro.

    Conclusión

Con la presentación de este milagro, cerramos la presentación de la serie de milagros que el Señor ha llevado a cabo en el ámbito de la salud. Hemos elegido los más significativos, primero de acuerdo a los evangelistas sinópticos, y luego los signos que San Juan nos narra al respecto en su Evangelio. Todo ello se ha pensado como una modesta colaboración del Pontificio Consejo para la pastoral de los profesionales de la salud a la evangelización del mundo de la salud. Han sido pequeños comentarios, que aspiran a ser prácticos para la consideración, a veces demasiado veloz, de los usuarios de internet. Ojalá sean de algún provecho.

Autor: + Javier Lozano Barragán, Presidente
Fuente: Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud